sábado, 9 de octubre de 2010

ya sé por dónde vas...

Parece que por fin entiendo algo las reglas del juego, la broma. El iracundo final, la irremediable soledad, el desconcierto, la angustia omnipresente, la enfermedad, los obstáculos, la incertidumbre, los nudos al pasado, lo efímero del futuro… Todo combinado con cientos de cosas normales, buenas, incluso estupendas, que deberían pesar más, o por lo menos lo mismo. Pero en determinados y fulminantes momentos no lo hacen.

¿Qué daría yo por vivir eternamente? Y sin embargo, seguro que no me costaría tanto redactar una lista llena de cosas que realmente no daría.

A Bondi, aunque ni puedo ni quiero entenderle.