Aparecer de pronto en medio de cualquier parte y, poco a poco, darte cuenta de que no acabas de llegar. Tomar contacto con la realidad desde el centro jerárquico del sueño, sin intentar recordar... sin consentir que nada se detenga. Dejar que la mente se despierte paulatinamente mientras el cuerpo continúa al ritmo en que lo habías encontrado. Jugando a armonizar, ajustando las velocidades, hasta que la respiración y la memoria se acompasen formando una buena melodía.